Archivo del Sumiller : Liquidez en la Copa
Por Marcos Mercado
El título propone romper con la premisa de que todo vino calificado con más de 90 puntos en cualquier revista gastronómica, concurso de vinos o grupo de cata, habrá de gustarte. Es más, te tiene que gustar. Corrijo : más allá de gustarte, habrá de llevarte al éxtasis específico, más allá del goce de almorzar con las hermanas Kardashian caderonas en el Jules Verne de la Torre Eiffel. Un gustazo mayor que la gala de apertura de tu propio museo de arte, con obras genuinas de Manuel Mendive, Rancaño, Guayasamín y Rodón.
El chorro de voces y comentarios en cualquiera de éstos “Comités de Cata Cien Puntos”, puede reducirse a ciertas escasas frases coherentes. Los oradores son criaturas de ego, individual y colectivo. No hay nada como una buena y costosa juma que requiera justificarse de manera elocuente ante una colección de vinos de categoría primus inter pares. “Es el mejor vino que he probado en mi vida”, dice el anciano abuelo de la esposa de tu amigo. “Muy elocuente es éste vino y me quedan sesenta cajas en mi colección”, comenta otro que en tal cofradía también rige, mientras piensa en un orondo “yo lo pagué, yo me lo bebí, usted no lo tiene y tampoco lo invito” desde una débil sonrisa ebria. Muchos hemos visto tales fiestas, disfrutando el espectáculo en silencio y con genuino asombro, escuchando tan extraordinarias piruetas de la lengua entripada en muy buen vino. A veces alguien se cambia de ropa en una alcoba ajena, también.
Método de codificar calidad y gusto
Tanto por gracia como por maldición de la idiosincrasia emergente en los nuevos sectores sibaritas a partir del 1980, la norma de apreciar las bondades y atributos de los grandes vinos del mundo se apartó de las descripciones y potencialidades escritas por los catadores independientes de la prensa y gremios licitadores de vinos. Por gracia, pues algunos catadores describían los vinos en una especie de código privado para estudiosos, lo cual apartaba a un sector amplio y emergente, aficionado a los vinos y la gastronomía. Por maldición, porque al combinar un puntaje numérico a la descripción escrita del vino, el lector aficionado atiende primero el número (percepción absoluta de calidad/disfrute) y luego a la descripción (descripción subjetiva del catador, o el resumen de un acuerdo de descripciones subjetivas).
Los puntajes en los vinos son una calificación fundamentada en el conjunto de impresiones personales, y por tanto subjetivas, ante una copa de una botella de un vino determinado, una vez se establece que dicho ejemplar (la botella) está en condiciones adecuadas para evaluarse.
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